Las Navidades son momentos de rituales, ya sean árboles cubiertos de luces titilantes, calcetines colgando de la chimenea o villancicos cantados de puerta en puerta bajo la nieve. Todas estas costumbres tienen una historia (a veces antiquísima y, otras, sorprendentemente reciente) que nos conecta con distintas partes del mundo.
Mira bien y te darás cuenta de que la Navidad que nos es familiar no tiene una sola raíz, sino que es un conjunto de tradiciones que beben de los ritos del solsticio de los pueblos nórdicos, el folclore germánico, las celebraciones mexicanas e incluso las campañas publicitarias estadounidenses. Lo que une a todas estas costumbres es un intento de dar lumbre a las noches más oscuras del año, reunir a las comunidades y transmitir nuestra historia de generación en generación. Desde el árbol flotante de Rio de Janeiro hasta los festivales de farolillos de las Filipinas, estos son los orígenes de algunas de las tradiciones navideñas más antiguas y las formas inesperadas en que han viajado hasta nuestros hogares.
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Decorar las casas con follaje perenne
El árbol de Navidad ahora es un símbolo universal de esta época del año, pero sus raíces se extienden hasta tiempos antiguos. Mucho antes de la Cristiandad, los noreuropeos ponían ramas de hoja perenne en los interiores como recordatorio de que la vida persiste incluso durante los meses más desoladores. Se cree que el primer árbol de interior decorado apareció en la Alemania del siglo XVI, y que de él colgaban manzanas, nueces y rosas de papel.
Ya en el siglo XIX, la tradición había cruzado fronteras: la aparición de una ilustración de la reina Victoria y el príncipe Alberto junto a su árbol de Navidad en el castillo de Windsor en 1848 puso esta práctica de moda en Inglaterra y, posteriormente, en los EE. UU. Actualmente, el ritual ha aumentado de escala: en Nueva York, el árbol del Rockefeller Center, que luce cada año desde 1931, tiene más de 21 metros de altura y está decorado con 50.000 bombillas LED. En Río de Janeiro, el árbol flotante de la laguna Rodrigo de Freitas brilla con casi tres millones de luces.
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La alegría de los villancicos navideños
Los villancicos inicialmente no eran himnos, sino canciones populares. En la Inglaterra medieval, grupos de gente festejaban por las calles y cantaban canciones para los vecinos a cambio de cerveza especiada, y solo posteriormente, en el siglo XVII, apareció la idea de cobijarlos bajo un techo, y se asociaron a misas y encuentros familiares.
El que quizás sea el villancico más conocido, "Noche de paz", se interpretó por primera vez en 1818 en Oberndorf, Austria, cuando un órgano estropeado hizo que el sacerdote y el director del coro tuvieran que improvisar un himno y acompañarlo con una guitarra. Desde entonces,se ha traducido a más de 300 idiomas. En México, los villancicos se fusionan con las posadas, nueve noches de procesiones que recrean la búsqueda de un refugio por parte de María y José, durante las cuales se cantan canciones, se encienden velas y se rompen piñatas.
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Santa Claus y sus mil caras
El Santa Claus vestido de rojo debe tanto a las campañas de anuncios de Coca-Cola de los años 30 como a los obispos del siglo IV, pero su linaje es inconfundible. En los Países Bajos, Sinterklaas llega en barco de vapor desde España cada noviembre, y lo reciben con desfiles y orquestas de viento. En Islandia, los niños buscan a los Jólasveinarnir, 13 figuras traviesas que visitan el país durante varias noches consecutivas y dejan regalos (o patatas) en los zapatos de la gente.
El Ded Moroz («Abuelo de las nieves») viaja con su tataranieta, Snegurochka, y deja regalos en las casas el Día de Año Nuevo. Esta generosidad tiene sus raíces en San Nicolás de Mira, que vivía en lo que a día de hoy es Turquía. El personaje ganó popularidad por dejar monedas en los zapatos de los necesitados, y aunque su imagen se ha reinventado, los motivadores originales siguen siendo los mismos: amabilidad, sorpresa y anonimato.
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Mesas festivas
Si la Navidad tiene un idioma universal, ese es la comida. En Italia, Nochebuena se celebra con un elaborado festín de calamares fritos, bacalao y linguine con almejas. En Polonia, se celebra la Wigilia, que empieza cuando aparece la primera estrella en el firmamento, y durante la cual se sirven 12 platos sin carne que simbolizan los apóstoles, que incluyen pierogi (tradicionales empanadas), pastel de semillas de amapola y sopa de remolacha.
En las mesas navideñas de México, habitualmente se sirven tamales preparados laboriosamente en las cocinas familiares y tazas humeantes de ponche navideño, una infusión caliente de fruta con un poco de canela y azúcar de caña. En Inglaterra, el colmo de los placeres es el Christmas pudding, un pudin tradicional que se flambea en la mesa con brandy y se rellena de figuras de plata que dan suerte a quien las encuentra.
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Luz en la oscuridad
En un periodo en que las noches se alargan y el frío se recrudece, no es ninguna sorpresa que la luz sea uno de los símbolos más potentes de esta festividad. Mucho antes de que se descubriera la electricidad, las familias alemanas colocaban velas en las ramas de los árboles, simbolizando a Cristo como la luz del mundo. La innovación con bombillas eléctricas en la década de 1880 permitió a los estadounidenses colocarlas en hileras y de forma más segura, y con la llegada del siglo XX, la iluminación de Navidad ya se convirtió en una forma de arte competitiva.
En la actualidad, ciudades enteras se convierten en galerías de luz al aire libre. Medellín, Colombia, atrae a casi cuatro millones de visitantes al año para ver los Alumbrados Navideños, donde más de 30 millones de bombillas iluminan la ribera. Mientras tanto, en las Filipinas, la ciudad de San Fernando organiza el festival de farolillos gigantes, donde los llamados paroles (faroles de hasta 6 metros de ancho) irradian patrones caleidoscópicos.
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Escenas de la natividad
Entre las luces y fanfarrias propias de esta época del año, la natividad nos recuerda los orígenes religiosos de la Navidad. Se considera que San Francisco de Asís creó el primer pesebre humano en 1223 en una cueva en Greccio, Italia, con el fin de ayudar a la gente a imaginar la historia del nacimiento de Jesús. La idea rápidamente se extendió: Nápoles ganó renombre por lo elaborado de sus presepi, o pesebres, que se construían con pueblos en miniatura enteros para acompañar a la Sagrada Família. A su vez, Provenza se dio a conocer por sus santons (unas figuritas de arcilla pintadas a mano) que no solo incluían pastores y reyes, sino también panaderos, campesinos y pescadores para reflejar el día a día del sur de Francia. En latinoamérica, las escenas de la natividad a menudo se ocupan gran parte de la sala de estar, mientras que en Oaxaca, México, se celebra el festival de la Noche de Rábanos, en que se exponan estas hortalizas talladas en forma de figura de pesebre.
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Tradiciones globales únicas
No todas las tradiciones son solemnes o históricas: algunas son deliciosamente excéntricas. En Japón, la Navidad no es un día festivo, pero el eslogan de un anuncio («¡Kentucky por Navidad!») de la década de los 70 hizo que el pollo frito se convirtiese en el plato nacional oficioso de estas fechas, hasta el punto que, para no quedarse sin sitio, es necesario reservar en los locales de KFC con semanas de antelación.
La figura del Caganer de Cataluña (una pequeña figura de un campesino que está haciendo sus cosas) se suele colocar discretamente en los pesebres como un símbolo terrenal de fertilidad y buena suerte. En Caracas, Venezuela, las calles se cierran por la mañana del Día de Navidad para permitir el paso de una peculiar procesión de patinadores locales que van a misa sobre ruedas. Estos detalles pueden parecer sorprendentes, pero revelan la adaptabilidad de la Navidad, y cómo absorbe el humor, el clima y la cultura locales para crear algo familiar pero totalmente distinto.




